viernes, 27 de diciembre de 2013

片思い

Felicidad era su cabello. Eran sus inalcanzables manos.
Tenerle hubiera sido inimaginable, porque no podía si quiera pensar que fuera posible algo más que verle.
Él sólo podía verle, y era muy feliz con ello.
Le veía, como si se tratase de un cuadro tras un vidrio.
A veces, se veía a sí mismo rompiendo el vidrio, llegando a ella.
Otras veces, se conformaba imaginando que, de cuando en cuando, ella le devolvía la mirada.
Siguió observando.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

bi

Cada vez que buscaba belleza, la encontraba a ella.
A él, le encantaba buscar.
A ella, su mejor descubrimiento, le encantaba ser buscada.
Vez tras vez la buscaba, y cada vez la encontraba con aún más belleza.
Ambos eran felices, jugando a encontrarse.
Noche tras noche, ambos se encontraban.

lunes, 23 de diciembre de 2013

quizás

Cuando por fin se había encontrado a sí mismo, no tenía ya con quien compartirse.
Se sentía feliz, pero todavía estaba vacío.
Curiosamente, cuando encontraba a alguien, él mismo empezaba a perderse, y volvía a lo mismo.
Cuando se perdía, tenía a alguien; cuando se encontraba, no tenía a nadie.
Al parecer no había punto intermedio.
¿O no lo había buscado bien?
Quizá nadie necesitaba ser encontrado, pero siempre estaba empeñado en buscar.
Quizás ese alguien aparece solo.
Quizá no hay que buscar.
Quizás ya está ahí.
Y así, sin querer, se encontró con alguien que le encontró a él.
Sin querer, encontró a ambos.
Sin querer, se completó.

sábado, 7 de diciembre de 2013

luz

Con los primeros rayos de luz que entraron por la ventana, el hombre salió de su sueño, y despertó sin pereza alguna. En cosa de segundos recordó toda la noche anterior, e inevitablemente esbozó una sonrisa de inmensa felicidad. Su pareja estaba allí, a su lado, todavía con su mente en un lugar lejano al que él estaba. Quizá soñando con él, con el espacio, con el mar o con cualquier cosa, pero se le veía dormir profundamente. Su figura durmiente no hacía más que enamorarle, y lo menos que pudo hacer fue posar sus labios sobre los de su acompañante, y aunque no se despertara, una sonrisa apareció en su rostro. El hombre, sin hacer mucho ruido, se levantó de la cama y se dispuso a vestirse.
Abrió la puerta y antes de salir de la habitación, murmuró algunas palabras y sonrió. Fue hasta el jardín, decidido a inundarse de vida. Llegaron los dos cachorros, mascotas de su pareja, a los que tanto cariño les había tomado, y antes de que se diera cuenta, estaba jugando con ellos.
Volvió a la casa, y decidió preparar el desayuno para su pareja, que debía estar por despertar. Mientras todo se cocinaba, subió para ordenar el cuarto. Todavía estaba, sobre la mesa de noche, la flor que le había regalado la noche anterior. Con una sonrisa, la agarró y la colocó en el florero.
Antes de salir, se volvió, y dio otro beso a su pareja, quien todavía dormía.
Una vez abajo, colocó el desayuno en un plato, sirvió un vaso de jugo, y marchó hacía la puerta.
Sabía que era el final, y estaba feliz con ello pues, noche tras noche, cada final le iba enamorando más.

viernes, 6 de diciembre de 2013

\pócima/

Demasiado cansado para la poca edad que tenía, decidió desempolvar su viejo pero fiel caldero. Le parecía una eternidad desde la última vez que lo usó, y sabía que, a pesar de tener los conocimientos necesarios para elaborar un sinfín de pócimas, esta sería la última.
La poción de amor.
Cansado ya de su soledad y su incapacidad en todas las formas de comunicación, preparó todos los ingredientes, revisando dos, y hasta tres o cuatro veces. Retiró todo lo que había en su mesa de trabajo, y dispuso los ingredientes, herramientas y libros de manera cuidadosa, fijándose de tener todo a la mano. Antes de empezar, se dio cuenta de que, por primera vez en su vida, estaba nervioso antes de la elaboración. Sin embargo, con mano temblorosa, logró encender el fuego y colocar el caldero en posición, y empezó a preparar la última poción de su vida.
Uno tras otro, los ingredientes iban entrando al caldero, se mezclaba, se dejaba reposar, y se añadía el siguiente. Determinación, sufrimiento, dolor y llanto iban siendo vertidos en el caldero, cuidadoso de no añadir más de la cuenta.
Ingrediente tras ingrediente, él se iba añadiendo poco a poco a la poción. Su cuerpo y su alma, cada vez más fundidos en la bebida.
Luego de los varios días sin descanso que le tomó preparar la pócima, estaba lista ya.
En extremo cansado, pero a la vez, en extremo feliz, se sirvió una copa de la poción, y la colocó sobre la mesa, y se sentó.
Aún feliz, pero inconscientemente, el hombre se recostó sobre su brazo apoyado en la mesa, y cayó dormido.

Para lástima de él, nunca despertó.


domingo, 24 de noviembre de 2013

|sueño|

El hombre realizó que se encontraba en un sitio que obviamente no era su hogar. La imagen no era clara, pero sabía que estaba sentado, y apoyado sobre una mesa. Luego de unos instantes, sobre su mesa logró ver una taza de café, de tamaño mediano. Tras mucho verla, y mucho pensar si podía o no tomar de ella, decidió beber el que suponía era su café. En el momento en que decidió eso, un hombre se sentó a su lado, también con una taza. El recién llegado le felicitó, y le estiró la mano, "¡ya era hora!", exclamó, y dio un sorbo a su taza. Mientras el hombre agarró su taza, una segunda persona se sentó en la mesa. "¡bien por ti!" Le felicitó, y bebió de su café. El hombre levantó su taza, y la iba subiendo hasta sus labios con pulso tembloroso, pero decidido. Una tercera persona le dio una palma desde atrás con una sonrisa, para luego sentarse, y beber de su café.
El hombre, por fin feliz, estaba ya a poco de poder probar su café, y se dio cuenta de que había aparecido más gente, y les estaban aplaudiendo, y felicitando. Se llevó la taza de café casi a los labios, y pudo sentir perfectamente el olor no en su nariz, sino en su corazón.
Sin embargo, su felicidad no duró mucho. Las demás personas de su mesa, habían ya terminado su café, y sólo hablaban entre ellas, y también, la gente que les admiraba, sólo lo hacía a ellos, y se dio cuenta, que no habían notado su presencia en ningún momento.

Cabizbajo, el hombre se levantó, y echó su taza a la basura.


viernes, 22 de noviembre de 2013

/café/

7am.

El hombre, todavía cansado por el día de ayer, y por el día antes de ayer, el anterior, y todos cuanto ha vivido, logró levantarse una vez más de su cama para ir al trabajo. Estaba muy cansado y somnoliento, y ni la  ducha matutina, desde hace tiempo, lograba hacerle espabilar. En la ducha, o quizá ya en su vida diaria, no era él. Despertaba inconsciente de sí, y se bañaba sin siquiera fijarse en qué hacía. Ya no necesitaba prestar atención. Salió de la ducha con su alma y voluntad aún en la cama, donde cómodamente se habían instalado desde hace mucho tiempo. Su cuerpo se movía hacia la cocina, sacando utensilios de cajones y estantes a los que ni necesitaba ver, pues no los había cambiado de lugar. Pero, algo sí había cambiado. Se fijó en uno de los estantes, y vio el envase de color marrón que decía, en unas letras que no llamaban ningún sentimiento "café". Tras unos minutos observándolo, lo tomó.
Quizá una bebida caliente iba a despertarle un poco. Quizá algo diferente lo haría.
Preparaba el café con un poco de miedo. Miedo de estar perdiendo su tiempo, pero aún así, decidido a preparar el mejor café que sus manos le permitieran.
Por primera vez en mucho tiempo, su voluntad se levantó de la cama, invitando a su alma a ver el espectáculo.
El café estaba listo.
Estaba allí, en su taza, y el olor y apariencia que tenía era la de un café delicioso, tanto, que su alma estaba inquieta, deseando que la bebiera, y poder por fin despertar.
Sin embargo, el hombre se quedó mirando a la taza, incapaz de tomarla y beber de ella.
Su alma echó a llorar, y su voluntad fue a consolarle a la habitación, mientras el hombre volvió a no ser nadie, y se fue a trabajar.
Al llegar la noche, se le había olvidado cualquier indicio de la taza, y su alma le apartó el lugar en la cama.

7:30am, una semana después.

Nuevamente, el hombre se encontraba frente a la taza de café, pero esta vez la sostenía, y aún así, fue incapaz de beber.

Su alma y voluntad no habían vuelto a levantarse.




sábado, 26 de octubre de 2013

-perpetuo-

Desperté en el mismo sitio,

¿o era uno distinto?
Por alguna razón, parecía un sitio familiar. Quizá había estado aquí.
Quizá soy de aquí.
¿Dónde estaba, o, de dónde soy?
Parecía estar flotando, y por suerte ya había aprendido.
¿De verdad había aprendido, o sabía hacerlo desde siempre?
Quizá era como respirar, pero,
¿Estaba respirando?
Parecía que no.
No debía concentrarme en los sonidos, porque desaparecerían.
¿Cómo sabía esto?
Sin duda ya había estado aquí.
Empecé a sentir que descendía,
¿o toda iba hacia arriba?
Algo se movía, pero no sé si era yo.
Momentos más tarde, ya no flotaba; estaba de pie.
¿Había de verdad estado flotando?
En cualquier caso, ahora estaba de pie, o eso era lo que sentía.
La oscuridad se apartó en un pestañeo, y apareció una imagen ante mí,
¿o había estado allí todo este tiempo?
La imagen era una figura.
Una figura bajo el marco de una puerta.
Parecía una persona.
¿lo era?
¿lo era yo?
Poco a poco se fue aclarando su imagen, y logré distinguir la silueta.
Era una mujer.
Era una hermosa mujer, pero,
¿estaba triste?
No sabía qué expresión tenía.
Más bien, 
¿qué expresión tenía yo?
¿acaso era yo esa mujer?
No, imposible.
Yo no era una persona hermosa.
Yo era una persona...
¿qué tipo de persona era?
No podía recordar, quizá era algo sin importancia qué o quién era yo.
Quizá era ella quien importaba.
No recuerdo hacia dónde estaba dirigida su mirada, pero ahora me veía a mí, y su expresión cambió.
¿Estaba feliz?
Por alguna razón, yo lo estaba.
Quizá debía cuidarla.
O quizá ella me estaba cuidando.
¿Debería acercarme?
O mejor,
¿podía hacerlo?
En el instante en que pensé aquello, ella se movió.
¿Me había escuchado?
¿había hablado en voz alta?
De cualquier manera, ella se acercaba, y yo no sabía qué hacer.
Yo no sabía si estaba haciendo algo.
A medida que se acercaba, sus brazos se iban levantando, apuntando hacia mí.
¿Qué me iba a hacer?
¿Me estaba echando del lugar?
Lo siento, no puedo irme, no puedo hacer nada.
Ella se acercaba cada vez más, mientras yo estaba cada vez más asustado.
¿Qué iba a pasar cuando se acercara?
Sin embargo, su mirada no parecía la de alguien que corre a una persona.
Parecía la mirada de alguien feliz de ver alguien, alguien especial.
¿Era yo especial para ella?
¿Era ella especial para mí?
Siguió caminando, y sus brazos rodearon mi espalda, mientras ella...
¿me había besado?
Posó sus labios cerca de mi oído,
"Es hora de volver", dijo, con una dulce voz.
Volver...
¿volver a dónde?


Desperté en mi cama, nuevamente feliz. Sí que sabía flotar, y ahora tenía un nuevo amor.

¿De verdad me había besado?

@Fusamuke


viernes, 6 de septiembre de 2013

De no-muertos y otras cosas. (micro cap)

¿Qué está pasando?

-¿Qué les pasa a todos? Todos están... ¿muertos? -Decía, atemorizada.
Tenía que correr, tenía que salir de aquí, -¿¡Qué está pasando!? -Gritaba.
Ningunos de ellos... está bien. Tengo que correr, tengo que correr, ¡hay muchas de esas cosas!, esas... esas cosas... ¿qué son? Parecen estar muertos, pero caminan, y ¡se estaban comiendo a los demás!
-¿¡No hay nadie aquí!?
Tengo que salir, tengo que salir. ¿En qué piso estaba? ¿dónde está el ascensor?
¡Hey! -Parecía gritar alguien -¡Por aquí! ¿estás viva? -¡Sí había alguien cuerdo en este sitio!
¡Rápido, apresúrate! -Me decía aquél chico.
Intenté abrirme paso, apartando a lo que sea que fuesen esas cosas, pero eran demasiadas, y terminé cayendo al piso.
Estaba horrorizada, ¿iba a morir? ¿era aquí donde iba a morir? ¿¡Iba a morir siendo la comida de estas cosas!?
Estaba en el piso, con los ojos cerrados, esperando la primera mordida pero, ¿no vino? ¿fue todo así de rápido? 
Al abrir los ojos, una mano se extendía ante mí. Era de aquél chico... él... me había salvado.
Chris -Me dijo, aún con su mano extendida.
... Luna. -Respondí, cogiendo su mano.




martes, 27 de agosto de 2013

/Descanso/

Desperté.

Salí de mi sueño, pero no recordaba haber tenido uno.
¿Cuándo me metí en la cama? ¿cuándo pensé en dormir? ¿cuándo dormí?
No lo sabía, pero la sensación no era otra más que esa, despertar de un sueño, pero, ¿qué soñé?
A pesar de haber despertado, todo estaba negro.
Quizás era de noche, pero nunca había visto tal oscuridad.
Miraba hacia los lados buscando alguna luz, o quizás algún sonido, pero parecía no haber nada.
Estaba solo.
Al cabo de un rato, me di cuenta de que no sentía estar apoyado sobre mi cama, no estaba apoyado sobre nada. ¿Estaba flotando?
Eso parecía ser, flotaba, pero, las personas no flotan, ¿o sí?
A pesar de no saber dónde estaba, o cómo flotaba, no sentía miedo.
O quizá sí, pero ya me había acomodado a él.
De cualquier manera, cómodo o no, seguía flotando en la oscuridad.
Mi cuerpo no se sentía pesado, movía mis brazos y... ¿de verdad los movía?
Sentía moverlos hacia mi cara, pero nunca los sentí llegar.
¿Estaba desorientado por la oscuridad?
Quizá no estaba acostumbrado a flotar.
Empecé a escuchar un sonido.
¿Era mi mente que empezaba a sentirse sola?
El sonido... no se de qué es.
Lo escucho, pero no se de dónde viene, qué lo hace.
No se si es fuerte, no se si es apenas audible, pero se que lo escucho.
¿Debería moverme a hacia él?
Quizá es la salida, o... ¿estoy realmente atrapado?
Intenté enfocarme en saber de dónde venía, pero mientras lo hacía, dejaba de escuchar.
Cuando quedaba en silencio, luego de un rato, volvía a oírse.
Vez tras vez, si intentaba identificarlo, desaparecía.
Dejé de querer saber que era, solo lo oía, y volví a lo de antes.
¿Dónde estaré?
¿Cuánto llevo aquí?
¿Aprendí ya a flotar?
Cuando el sonido me inundó, una imagen empezó a aparecer.
¿Era una persona?
Parecía ser... ¿yo?
Acostado en la cama, yacía mi cuerpo inmóvil.
¿Estaba muerto?
Mientras más parecía acercarme, más familiar se me hacía aquella expresión.
Cuando estuve ya muy cerca a mi cuerpo, el sonido empezó a transformarse.
Era una voz, una voz muy dulce.
Quizás estaba muerto, después de todo, me estoy viendo a mí mismo desde fuera.
La voz me hablaba. Parecía entender lo que decía, pero no le escuchaba con claridad, como si mandara la información directamente hacia mí.
¿De verdad estaba hablando?
¿De verdad veía a mi cuerpo?
¿De verdad estaba flotando?
Ya es hora, dijo la voz.
¿Hora de qué? ¿le habla a mí o a mi cuerpo? ¿puede la voz escucharme? o mejor, ¿puedo hablar?
Hay que volver, dijo, refiriéndose sin duda a mí.
¿Había alguien más aquí después de todo este tiempo?
Vamos, hay que ir.
Ir...¿a dónde hay que ir? ¿no estoy donde debo?
Vuelve.
La sensación parecía de... ¿estaba entrando a mi cuerpo?
¿No había muerto?


...


Desperté feliz, pues había conocido a una dulce voz.

¿De verdad aprendí a flotar?


@Fusamuke

lunes, 12 de agosto de 2013

De no-muertos y otras cosas. 1.

Día de buscar provisiones.

-¿Están todos listos? ¿tienen su equipo? -Pregunta Jo, quien hacía de líder en la jornada de hoy.
-Listo. -Respondimos, casi al unísono, los otros tres integrantes.
-De acuerdo. Ya nos vamos. Por favor, cuide de los demás, señor Al. -Dice Jo, mirando al resto del grupo.
-No te preocupes. Vayan. -Dice seguro el señor Al.

Nos habíamos cambiado de lugar de residencia hace cosa de tres días, y ya era el momento de buscar provisiones. Teníamos suficientes, pero tenemos que estar en búsqueda constante porque, además de llevar para el grupo, dejábamos armados paquetes con suministros a las afueras de donde los cogemos, para ayudar a los demás grupos de supervivientes, si es que los hay.
En total somos un grupo de trece personas: el señor Al y su esposa, Rebecca, junto a su hija. Una joven pareja que se nos unió hace poco: Katherine y Rodrigo. Un grupo de cuatro amigos adolescentes: Victoria, Rafael, Susan y Megan, y luego estamos nosotros, el grupo de reconocimiento. En el grupo somos Jo, quien hace de líder la mayor parte del tiempo, Sebastián, un joven que inspira confianza, y luego estamos Luna y yo, quienes hemos entablado una amistad desde tiempo antes de que entráramos al grupo. En realidad, todos en el grupo tuvieron que hacerse amigos para poder ir confiando el uno del otro, y a día de hoy, luego de casi dos años, funcionamos bien.
De una forma u otra, en todo este tiempo, hemos encontrado armas, o en su defecto, las hemos fabricado, pero como hemos frecuentado varias tiendas en que vendían artículos como cuchillos o sables, las armas improvisadas son poco usadas.
En el grupo de reconocimiento todos llevamos armas de fuego, pero evitamos usarlas. Tenemos suficientes armas para todo el grupo, pero solo las usamos de primera opción cuando vamos a mudarnos, para mayor seguridad.
Luna lleva algo como un sable de madera, bastante efectivo para daño contundente; Jo lleva un sable mediano; Sebastián lleva una especie de machete, y yo un cuchillo al estilo de carnicero asesino de los que aparecían en películas. En realidad cada uno lleva varias armas de acceso rápido, por si se presenta un apuro.
En cuanto salimos de nuestra residencia actual, podíamos ver a los caminantes que se giraban para vernos; algunos parecieron no prestar atención, pero otros sí tomaron dirección hacia nosotros. Ya que estaban algo lejos, no hacía falta molestarse, así que fuimos a paso rápido hacia el mercado de por allí cerca. No sabíamos cómo era por dentro, porque sólo lo habíamos visto cuando llegamos, así que no sabemos qué pueda o no haber, ya sean artículos o más de esos monstruos.

-Espero que el sitio no esté infestado por estos bichos. -Decía Luna mientras pasaba por encima de un cuerpo en el piso.
-Y yo espero que no haya sido revisado antes, como los otros lugares. -Dijo Sebastián, en voz baja, haciendo notar que el pensamiento de verdad cruzaba su mente.
-Sí. Los otros grupos de supervivientes no son como nosotros. No toman en cuenta los demás y simplemente van y agarran todo, y lo que no les sirve, lo dejan tirado. -Dije.
-Allí está el mercado, vamos. -Dijo Jo, sacando su pistola. Nos dio una mirada para hacernos saber que teníamos que hacer lo mismo, pero ya estábamos armados.

Siempre que íbamos a un sitio por primera vez, nos acercábamos con las armas de fuego, ya que no sabíamos que tantos caminantes habría por la zona.
Era evidente que otros grupos ya habían venido al mercado, pero incluso a lo lejos, se veían artículos, así que al menos supimos que vacío no estaba. Luego de un rato no vimos a ningún cadáver andante de esos, así que cambiamos las armas.
Cuando llegamos a la entrada vimos que habían más cosas de las esperadas. Cosas buenas, y también malas. Habían más caminantes de lo esperado, pero igual entramos.
Jo y Sebastián se encargarían de armar las provisiones para los demás supervivientes, mientras que Luna y yo armábamos los paquetes para nosotros.
Mientras Luna y Jo iban agarrando víveres, Sebastián y yo nos encargábamos de los caminantes que se acercaban a nosotros.
Al principio de todo esto, eliminar a alguna de esas cosas se nos hacían difícil, ya que es bastante asqueroso, pero para bien o para mal, nos hemos insensibilizado desde entonces, y cortar la cabeza de uno de esos monstruos no era tan repugnante como antes.
Tuvimos que eliminar a varios que se iban acercando hacia nosotros por los pasillos, incluso alejarnos un poco para asegurar que Luna y Jo pudieran coger los suministros necesarios. Incluso tuvimos que armarnos a dos manos, así que saqué un cuchillo que llevo en el cinturón.

-¿Todo bien allá? -Nos preguntaba Luna cada cierto tiempo.
-Sí, -respondía Sebastián- solo preocúpense de recoger lo necesario.
-Okay.

Luego de un rato, parecía que ya estábamos listos para armar los paquetes, así que nos pusimos a ellos. Eliminamos un par más, y cada uno fue con su compañero.
Sebastián era bastante decidido y rápido. Podía pasar de una de esas cosas a otra más rápido que cualquiera de nosotros, y no dudaba en clavar su arma en la frente de ellos.

-Vale, ya estamos, empecemos. -Dije al llegar con Luna y agarrar unas latas de lo primero que tuve a la mano.
-Está bien. Pongamos tres de estas en cada una. -Decía- De estas otras no hay muchas, así que si pones de aquellas, no pongas de estas... -iba dando instrucciones muy rápidamente. Ella era la más inteligente del grupo, podía pensar muy bien en todo lo correspondiente a la organización, y gracias a ella, nunca hemos caído enfermos por una mala comida, o cualquier cosa- Ok, ya armamos una. Átala mientras empiezo con la otra.

Jo y Sebastián armaban rápidamente sus dos paquetes de provisiones, sin agarrar mucho, para que alcanzara para nosotros.
De cuando en cuando Sebastián y yo debíamos pararnos para alejar a los que se acercaban a nosotros, pero luego de un rato, teníamos las provisiones listas.

-Ya estamos listos, -anunció Jo- despejen el camino.

Ya que Luna y él llevaban los suministros, Sebastián y yo nos encargábamos nuevamente de los caminantes. Para suerte ya no habían muchos, así que no había mucho que hacer.
Una vez afuera, nos repartimos el peso, y dejamos los otros paquetes fuera del mercado

Ha ido bien. -dije- Creo que el mercado puede alcanzarnos por unos meses.
Sí, podremos quedarnos aquí por un tiempo -dijo Luna, sonriendo.

El camino de regreso a la residencia fue más ameno. Ya teníamos los bolsillos llenos, y la preocupación por el mercado ya no estaba, así que esa noche, podríamos dormir bien.

Una vez de regreso a nuestra nueva casa, nos pusimos a comer todos. Como siempre, el señor Al había hecho un trabajo excelente protegiendo a los demás, aunque siempre le daba el crédito a los otros.
Igual que el escuadrón de reconocimiento, está el de defensa de la casa: el señor Al, Rodrigo, Katherine y Megan formaban ese grupo. El grupo básicamente daba patrullas por los alrededores, asegurando que no se reúnan muchos caminantes, y de siempre tener una ruta de escape, en caso de emergencia.

A diferencia de cuando este grupo empezó, la hora de la comida ya no era triste. Antes todos estábamos callados, pensando en todo lo que habíamos perdido. Ahora, cuando nos toca comer, conversamos todos, ya que no pensamos en lo que perdimos, sino en lo que ganamos.
Por momentos, éramos felices.

-Fue un buen día -me dijo Luna, cuando íbamos a dormir.
-Sí, lo fue. -respondí- Buenas noches.

domingo, 7 de julio de 2013

Oso del hielo.

El hombre estaba solo. Lo había estado siempre, y nunca había sido problema. Al menos, hasta ahora.
Sentía una soledad que nunca había sentido, una soledad que dolía.
Habían pasado cerca de 8 meses desde que había visto a alguien semejante a él. 8 meses llevaba caminando por la nieve, esperando encontrarse con alguien que nunca aparecía. Tenía provisiones de comida, por lo que era más probable que muriera de soledad antes que de hambre.
2 meses atrás fue la última vez que vio a un ser vivo, un oso, el oso con el pelaje tan blanco como la nieve que el viento llevaba, y con unos profundos ojos negros. El oso estaba débil, y estaba a nada de morir. El hombre se quedó con él, cuidándole lo más que pudo. Alrededor de una semana después de haberse encontrado con el oso, él murió, pero más feliz de lo que había estado nunca.
El hombre había hecho una especie de gorro con la piel del oso, y siempre lo llevaba. Siempre llevaba a su amigo, el único del que tenía recuerdos.

El hombre caminaba, con el único propósito de no quedarse quieto, sin algún rumbo fijo, cuando les vio. Era una manada de lobos, alrededor de 7, y se les veía felices. Se acercó a ellos sin temor a ser atacados, puesto que él tampoco iba a atacarlos, y se sentó muy cerca de ellos. No le importaba si le ignoraban, el tenerles alrededor era suficiente para él. Los lobos estaban jugando, corrían de un lado a otro, y el hombre solo podía mirarles y sonreír. Luego de unas horas, y antes que el hombre se diera cuenta, estaba jugando también con los lobos. Pasaron varias horas antes de que incluso él se quedara dormido, alegre, por primera vez en 2 meses.
La siguiente mañana, supo que tenía que seguir su camino. La soledad todavía era parte de él, pero la noche con los lobos le había servido de mucho más de lo que hubiera pensado. Se despidieron, y tomaron caminos diferentes.

Siguió caminando, siguió viviendo, siguió solo.
Pero lo encontró.
Había otra persona, y se dirigía hacia él, caminando lentamente. Ambos se acercaron, y repentinamente, empezaron a luchar. Las dos personas no se habían mirado, y golpe tras golpe, la peleaba continuaba.
Luego que la pelea llevara un rato, las dos personas empezaron a sonreír, y tras cada golpe, sus sonrisas eran más grandes y llenas de vida.
Tan repentinamente como empezó, la pelea acabó, solo que ahora ambos sonreían.
Las dos personas se acercaron, sonriendo, y sin siquiera verse a los ojos todavía, y se abrazaron. Duraron varios minutos antes de que el abrazo terminara, y cuando llegó a su fin, ambos se vieron, y se sonrieron de corazón. Ambos estaban inmensamente feliz, ambos habían deseado eso durante mucho tiempo, y sabían que eso les iba a dar fuerzas para seguir sus caminos. Dejaron de mirarse, pero sin dejar de sonreír.
Hombre y desconocido, siguieron sus caminos.



@fusamuke

jueves, 4 de julio de 2013

Néfilim.

Hotel Sagrado Infierno

Quizás no un nombre bien visto, pero sí el más apropiado. 
El hotel era inmenso, tenía plantas en subterráneo, y las que iban hacia arriba, que se perdían de vista. En cuanto a su apariencia, no podía haber sido otra. Estaba adornado con motivos angelicales y demoníacos por todos lados. Sobraba decir que en este hotel no había humanos, puesto que no estaba en el mismo plano en que ellos habitaban. En su lugar, demonios y ángeles eran los hospedados. 
Las plantas subterráneas eran exclusivas para demonios, y las mas altas para los ángeles. Las plantas intermedias eran mixtas, y por ello allí se encontraban la mayoria de puntos de encuentro en el hotel. 

-

El demonio se había hospedado en el piso 15, al igual que el ángel. Al tercer día, en el restaurante, el ángel notó su presencia. Era un demonio muy apuesto, se le veía fuerte y decidido, y ella pasó toda el momento viéndole comer, dándole vueltas en sus pensamientos. Se sonrojaba mucho cada vez que él le veía viéndole, obviamente, pero entonces el demonio también se fijó en ella. Era un ángel muy hermoso, era lo mínimo cuanto podía decir, y pasó la noche viéndole lo más disimulado que pudo. 
Habían terminado de comer al mismo tiempo, por lo que coincidieron en el ascensor. Ángel y demonio se vieron, uno dándose cuenta de la belleza del otro. Bajaron del ascensor, y fueron a sus habitaciones, una al lado de la otra. Ángel y demonio se quedaron parados frente a sus puertas, viéndose, cada vez mas perfectos. 
Finalmente, el demonio abrió su puerta, la 15-22, y se quedó esperando. Luego de un momento, el ángel supo por qué lo había hecho, y entró en la habitación 15-22. 
A la siguiente mañana, fueron juntos a tomar el desayuno. 


 @fusamuke

miércoles, 26 de junio de 2013

-parte 1-

Hace ya muchos siglos, los humanos descubrieron una energía existente en todos los seres vivos. A esa energía se le llamó magia. La magia le permitía a todos los seres vivos transformar parte de su energía en una fuerza elemental. De esta manera, era propio de ciertas especies controlar un elemento mágico; los leones poseían magia de elemento fuego, mientras que las cebras poseían magia de elemento viento, y así con todos los seres vivos. Sin embargo, los seres humanos no poseían un elemento específico, y había usuarios de elemento fuego, otros de rayo, agua, y así en una inmensa variedad.
Luego de muchos años desde el descubrimiento de esta energía, los humanos ya habían aprendido a convivir con ella, incluso habían academias para los llamados magos, quienes aprendían a mejorar sus habilidades, muchas veces ayudados por las artes marciales.
Pero, como siempre, el hombre era ambicioso, y si tenía poder, no sabía hacer otra cosa que buscar, siempre más. De esta forma empezaron las primeras guerras mágicas, donde millones de usuarios de la magia se enfrentaban a muerte contra sus enemigos, durante mucho tiempo.
En un momento, los humanos iniciaron investigaciones para intentar que un usuario controle dos elementos, y que de esta manera sea un mejor luchador en las guerras. De esta manera se supo, que todo ser humano poseía la capacidad de controlar los elementos derivados del que principalmente dominaban. Así, usuarios del elemento tierra incluso podrían controlar el metal, y lo mismo con todos los elementos. Sin embargo no era algo fácil de realizar, y estos doble elementales fueron las mayores fuerzas en la siguiente guerra mágica. Las fuerzas enemigas no tenían ninguna posibilidad contra estos usuarios, hasta que en el campo de batalla apareció maquinaria de guerra que funcionaba con magia. La guerra duró 140 años, y aunque por períodos de incluso años no había batallas, la guerra seguía de manera silenciosa.
Durante esos períodos de guerra silenciosa, empezaron a surgir rumores de nuevas fuerzas mágicas. Rumores de usuarios que podían controlar los elementos que quisieran, a quienes se les llamaron materializadores, porque, rompiendo con las leyes físicas conocidas, podían materializar el elemento que quisieran, sin aparentemente ningún esfuerzo. A estos usuarios, a estos materializadores, se les llegó a tomar como Dioses. Muchos dicen que estos usuarios intervinieron en la cuarta y hasta ahora última guerra mágica, y que uno solo de ellos eliminó a todas las fuerzas de occidente prácticamente por completo. Otros dicen que las fuerzas fueron eliminadas por la fuerza Alpha de oriente.
No se sabe lo que sucedió realmente, porque después de la cuarta guerra el mundo quedó en ruinas. El mundo quedó en crisis, y le tomó cerca de dos siglos prosperar nuevamente.
Corría el año 628 de la segunda era cuando nací. 17 años después, supe que las historias de las materializadores eran reales, porque descubrí que era uno.

lunes, 24 de junio de 2013

Vida [muerte]

La chica paseaba.

Se le veía caminar como quien no tiene un destino fijado, pero sí lo tenía. Tenía la mirada distraída , y sí era verdad que lo estaba. Pensaba en algo. Pensaba en alguien.
La chica había esperado varios meses para ese momento, y había reunido dinero suficiente para poder encontrarse con él. Estaba ansiosa.
Se puso a pensar, y se dio cuenta de que tenía mucho miedo. Miedo de que no le agradara al chico, de que él esperara más, y que ella no era quien él quería. Esos pensamientos no duraron en su mente, ya que era muy poco probable y, llegados a ese punto, no valía la pena echarse para atrás por pensamientos así. 
Ya casi llegaba al edificio, y estaba cada vez más ansiosa. Quería llegar ya, quería verle, y quería poder abrazarle, no había nada más que quisiera que estar con él. 
Había pasado mucho tiempo imaginándose ese día, todo lo que harían, y los sitios que visitarían. Ah, el día era muy corto para todo lo que quería hacer, pero con hacer cualquier cosa, siempre que sea con él, a ella le bastaba. Quizá podían salir a comer, y luego de allí, ir a pasear. Sabía que cerca del edificio donde él estaba había un parque con vistas muy bonitas, y quería mucho ir allí, y disfrutar de estar entre los árboles, y sentarse a la orilla del lago que él muchas veces le había descrito.
Sus pensamientos eran cada vez más y más profundos, pero todos, de principio a fin, tenían que ver con él. Cuando la chica vio el edificio, se emocionó mucho, sonrió, e incluso cayeron lágrimas por su mejilla. Estaba muy feliz. Aceleró el paso, y absorta en sus pensamientos, ni siquiera alcanzó a saber qué pasó.
Lo último que ella supo, era que estaba feliz, y que al segundo siguiente, ella ya no estaba. Todos allí cerca vieron al carro que le impactó, y sin dudarlo, se dio a la fuga. La chica quedó tendida en el suelo, y la vida que segundos atrás tenía, se había esfumado.

El chico estaba sentado en su habitación.

Llevaba también mucho tiempo esperando por ese momento, y estaba muy ansioso por conocer a quien sabía él, era la chica de sus sueños.
Él esperaba en la habitación, pensando que de un momento a otro, la chica abriría la puerta y entraría, y por fin podrían conocerse. Sin embargo, la chica nunca apareció. Él esperaba, pero la enfermera le dijo que nadie había ido a visitarle aquel día. Cuando llegó la noche, fue que el chico entendió que ella no aparecería. Por su mente solo cruzaba el pensamiento de que eso era lo que iba a pasar. Una voz le decía "te lo dije, no vendría, no te quiere", y él terminó creyendo en esa voz.
Cuando las lágrimas caían por su mejilla, el chico se quedó dormido, aceptando su realidad. 
Al día siguiente, la enfermera le trajo el periódico, y vio la noticia de una chica que murió atropellada el día anterior. La chica no era de la ciudad, y tenía unas flores con un papel atado, que solo decía "te amo". Más abajo en el artículo, el chico leyó el nombre de la chica que había muerto, y supo esa chica era la visita que había estado esperando.

En cuanto leyó el nombre, el chico despertó. Había sido una pesadilla.
Cuando despertó, lo hizo llorando, sonriendo, más feliz que nunca de estar vivo.
La chica de sus sueños estaba allí, rodeándole con los brazos, abrazándole.



@fusamuke.

jueves, 14 de febrero de 2013

Amor prostituido.

Era una urbanización común, de clase media, bastante tranquila y segura. Un buen sitio para criar una familia. Casas con unos jardines a la entrada perfectamente cuidados por sus dueños, que eran bastante dedicados al embellecimiento de su hogar, tanto por fuera como por dentro, para hacerlo lo más acogedor posible.
Muy pocas veces se habían visto casos de robos, asesinatos, secuestros o de violencia en esa urbanización, y la gente podría tranquilamente salir de su casa a altas horas de la noche, aunque pocos lo hacían, puesto que dormían a una hora responsable, para poder descansar del peso del trabajo, del cuidado del hogar y de la familia. Todos dormían a esas horas, menos un hombre.
Pocos en la urbanización le conocen; los vecinos cercanos y quizá otro par han tenido alguna conversación con él, pero todos podían estar de acuerdo en algo: era tímido, y bastante ingenuo.
Su jardín y su casa no tenían nada en especial, tenían su encanto, pero no estaba entre las destacables, aunque hubiera varios a quienes les gustaba. Su vida en el trabajo no era tan pesada, no tenía un cargo tan alto, pero no estaba entre lo más bajo, y ganaba un buen sueldo, que le rendía, puesto que era soltero.
De todas las vidas existentes en esa urbanización, la de ese hombre era la más tranquila, pero quizá no la más feliz.

Nunca nadie le había preguntado ha dónde iba cada noche, quizá por respeto, por pena, o simplemente porque no sabían que él saliera. En cualquier caso, el hombre lo prefería así.
Todas las noches, siempre a la misma hora, el hombre se preparaba para su cita, calmado, pero emocionado. Iba siempre al mismo sitio, un lugar a unos 35 minutos de su casa, con una fachada agradable. Quien no supiera que es un prostíbulo, pensaría que es un hotel pequeño.
El hombre llegaba, y siempre veía a la misma persona, a su amada. La escena pocas veces variaba: él llegaba, y a pesar que no era su primera vez, ni era alguien que no supiera de esa clase de encuentros, siempre se vestía de la misma forma, muy tímidamente. Su amada siempre le ayudaba y le besaba, y el hombre perdía toda timidez ante tal acto. La seguridad y el deseo le encendían. Era un amante apasionado, y en cada movimiento, sentía que sus sentimientos eran transmitidos, sentía que su amada le transmitía los suyos. Sentía al amor haciéndolos. El sudor brotaba, y tras cada movimiento, suspiro, beso y abrazo, el hombre se sentía cada vez más vivo, mas feliz, sentía que cada vez le amaba más.
Le gustaba besar a su amada, y lo hacía cada vez que podía, y vez tras vez, no hacía mas que aumentar su amor.
"Ven conmigo, déjame tenerte.", le dijo el hombre, cercano ya el final del encuentro, con una voz trémula, y casi llorosa. Su amada le rechazo, como ya había hecho, y siempre lo hacía con la misma dulzura. Dulzura que al hombre le hacía llorar, y que le hacía siempre volver intentarlo. Dulzura que noche tras noche, le hacía volver a ella, para saber qué le diría en cada oportunidad, y querer volver al día siguiente.
En la despedida, entre besos, su amada le dijo que le amaba, y tras darse cuenta de lo que dijo, cerró la puerta, dejando al hombre fuera de la habitación, pasmado por lo que acababa de escuchar.
Tras reaccionar, el hombre se dirigió al auto, llegó a su casa, y pensando en su amada, durmió, como nunca lo había hecho, como un bebé.

Quizá no era mentira lo que había escuchado, como el hombre sospechó unos momentos. "Quizá escuché mal", pensaba él, pero sabía que no era así, había escuchado lo que había escuchado, y lo que había escuchado, era lo que había sido dicho.
Era verdad que su amada le dijo eso, pero verdad era, también, que no era la primera vez que la mujer decía esas palabras, siquiera en esa noche. El hombre, quizá por ingenuidad, ignoraba por completo el hecho de que su amada viera a otros hombres. No es que lo supiera y decidiera fingir. Él no lo sabía. Su amada era suya, y noche tras noche lo era, por lo que sería ridículo siquiera pensar que su amada viera a alguien más.
Aún así, noche tras noche, hombre tras hombre cruzaba la puerta de la habitación de su amada. Cada uno le amaba, y cada uno se sentía vivo durante su encuentro. Cada uno pensaba que su amada era sólo suya, y noche tras noche que iban, le veían. Siempre estaba ella esperando con su dulzura por la cual esos hombres son seducidos. Con un nombre con uno, y uno diferente para otro.
Había dicho amarlos a todos, y tras finalizar la noche, contaba su dinero.

viernes, 1 de febrero de 2013

Estar.

El chico se sentó, como siempre, esperando a que algo pasara, a que algo se presentara. Él sabía que nada pasaría, nada le interrumpiría esa noche, muy a su pesar, puesto que quería eso, quería que alguien le interrumpiera sus pensamientos, quería que alguien le dijera algo. Quería a alguien.
Sabía como sería su noche, estaba ya acostumbrado a eso. Se acostumbró a no hacer nada, se acostumbró a sentarse a esperar, a pesar que ya sabía que nada pasaría, lo seguía haciendo. Seguía esperando.
Nunca actuaba, no sabía cómo hacerlo, no sabía cómo empezar algo, era inapropiado que él lo hiciera, se vería mal. Estaría mal.
Seguía pensando, mientras todavía esperaba. Empezó a pensar en lo solo que estaba, en lo extraño que se encontraba. Se puso a pensar cómo se sentía, pero no pudo hallar una respuesta, no supo cómo continuar su pensamiento sobre ello, y decidió pasar a otra cosa, a pesar que aún le rondaba el pensamiento de su estado anímico. Estaba solo, no porque no tuviera amigos, puesto que sí tenía, pero así se sentía, solo.
No encajaba, quizá era eso.
El chico volvió a su anterior pensamiento, ya que no le parecía aceptable no saber cómo se encontraba. Tras mucho pensar, tras ver los aspectos positivos y sus opuestos, el chico descubrió lo que sería quizá su respuesta, al menos por esa noche: él no estaba bien, eso era seguro, pero tampoco estaba mal. Él solo estaba. Estaba sin más.

Seguía esperando, pero ahora sus pensamientos cambiaron a otro tema. Ahora recordaba, recordaba lo había hecho en los días anteriores, y recordaba todo lo que había hecho mal. La lista era interminable. Buscando consuelo decidió buscar algo bueno que haya hecho, algo bueno que haya hecho en alguien, pero los resultados no fueron alentadores.
Empezó a arrepentirse de lo mal que hizo las cosas. Se arrepentía de haber hecho esto pudiendo hacer lo otro, de no hacer aquello pudiendo hacerlo, de no decir esto, de no haber reído por ello, de no haber sonreído. Se arrepentía de todo, y todo lo que hizo estaba mal. Así lo veía.

Había hecho mal, y actuaba como si así no fuera. Quizá sólo a él le parecía que había hecho mal, y eso lo ponía aún peor. Que nadie le dijera que lo que hace está mal, que actuaran como si no importara, lo hace estar peor, porque a él sí le importa. Todavía esperaba.
Se sentía estúpido, por preocuparse por las cosas que hacía, que a todos parecían no importarle, pero se dio cuenta que no era eso. No era que no les importara lo que hacía; él no importaba. Él no importaba, ni si quiera para él mismo era alguien importante.
El chico se sumió en tristeza. Seguía pensando, y seguía esperando.


domingo, 27 de enero de 2013

Tragedia alimenticia.

Era una plaza. Una plaza con poca iluminación.

Había un hombre sentado en un banco, cerca de una fuente que mostraba a algún personaje histórico del país. Era un hombre mayor, de unos 70 años, y siempre se sentaba en ese banco, frente a esa fuente, a la misma hora. 6:30pm era la hora de llegada, y se marchaba siempre a las 10:45pm.
A simple vista se pensaría que el hombre estaba solo, pero no era así; había un gato, un gato de color negro, que no se dejaba acariciar por nadie, solo por ese hombre. El hombre disfrutaba enormemente esa compañía, y poco después del primer encuentro con aquél gato, él le traía algo de comida. Le gustaba el pescado, le gustaba mucho el pescado.
El hombre no sentía miedo estando allí, solo con el gato. No habría por qué tener miedo: la única causa de muerte en ese pueblo era la vejez, y las fallas en el organismo que esto ocasionaba. Tampoco habían asaltos, secuestros, o demás crímenes.
Un día, en una fría noche, a eso de las 9:15pm, el hombre se dio cuenta de algo, algo que hizo que sus ojos se llenarán de una luz. Luz que no habían tenido en varios años.
Observó, que en la casa que se veía desde donde él estaba, una familia se acaba de mudar. Tenían dos habitaciones con las luces encendidas.

Ese noche el hombre se fue temprano a casa. Se despidió del gato, y se marchó.

El hombre sabía lo que significaba eso, ya había pasado antes, hace mucho tiempo ya, pero aún recordaba cómo había sido. Durante las próximas noches, el hombre se quedaba mirando fijamente a esa casa, hasta que una de ellas, alguien se asomó por una de las habitaciones iluminadas por la luz, y logró verlo. Un niño le veía desde la ventana de su cuarto. El hombre saludó, y luego de un rato, el niño hizo lo mismo. El hombre sonrío, y se fue. Se volvió a ir temprano, y esa noche, el gato no comió.

Unas noches después, hubo un revuelo frente a la casa, y el hombre no apareció a sentarse en el banco en que habitualmente lo hacía.
Tiempo después, todo volvía a su tranquilidad habitual. Ya la gente no se reunía frente a la casa, y todo volvió a ser como antes. El hombre se sentó en el banco, y volvió su mirada hacia la casa, y ya sus habitaciones no se encontraban iluminadas. 
Esa noche, el gato comió, pero no era pescado.
El hombre no volvió a presentarse en aquella plaza, y unos años después, murió. El gato seguía paciente en aquella plaza, esperando que apareciera alguien que le diera de comer. Se echó al suelo, y empezó a dormir.

@fusamuke.

sábado, 26 de enero de 2013

Un relato corto.

Había sido un día agotador en el trabajo, más que cualquier otro.

El hombre caminaba con pesar, arrastrando los pies hasta llegar a su vehículo. Un automóvil viejo, suficientemente viejo para no ser nuevo, pero no tanto para ser uno de los que se venden por grandes sumas de dinero. Era un simple automóvil viejo. 
Por fin había dejado atrás su cubículo lleno de papeles. Papeles que, a pesar de haber firmado ya muchos, procesado aquellos, mandado a revisión estos, y triturado estos otros, no dejaban de crecer en su escritorio.
El camino a casa se hacía largo, y como siempre, el hombre se tomaba su tiempo para pensar sobre todo lo que había hecho durante el día.
 Al salir del estacionamiento del edificio en que trabajaba, encendió el primer cigarrillo del viaje. No era fumador, pero fumaba en días pesados, tenía que hacerlo, él lo sabía.

Con el primer cigarrillo a la mitad, se dio cuenta.

Su vida no llevaba a nada, siempre había sido lo mismo, y para esos momentos tan avanzados en su vida, era imposible que algo cambiara. Es alguien poco conocido, el número de amistades es reducido, y no tiene contacto con sus familiares.
No tenía a nadie, estaba solo. Sus compañeros de trabajo a penas lo notaban, ni siquiera cuando iban a colocar los papeles sobre su escritorio, si es que encontraban un espacio que no fuera encima de otros papeles. Ni si quiera su supervisor le conocía. Pocas veces le miraba o le dirigía la palabra. Nunca le había dicho "buen trabajo", felicitado por nada, pero tampoco le había reprochado algo.
Era una persona correcta, como pocas; tenía buenos modales, era calmado y amable, aunque nadie lo notara. Nadie lo notaba nunca.

En un momento, tras desechar la colilla del cigarrillo, el hombre pasó de largo en una luz roja. Faltó muy poco para arrollar al grupo de personas que iba cruzando la calle. Algunos le gritaron algo, pero el hombre no llegó a entender, puesto que su mente andaba en otro sitio: por poco acababa con la vida de otras personas.
El hombre condujo un par de calles más pensando únicamente en la muerte. Primero en lo catastrófica que era, lo horrible que sería morir atropellado, enterrado bajo escombros, o calcinado. Poco después, su visión sobre la muerte fue otra: él pensaba solo en lo tranquila que era, lo quieto y calmado que estaría y que, si el precio que debía pagar por esa tranquilidad eterna eran unos momentos de un horrible dolor, valía el esfuerzo.

Sí, eso haría. Lo decidió tras ver como se encendía el tercer cigarrillo.

Se suicidaría. A nadie le importaría, de hecho, sería más útil muerto, puesto que era un donante de órganos. El hombre pasó un rato pensando en si debía dejar alguna nota. Luego de un rato pensó en una sencilla nota que dijera "Lo siento. La montaña de papeles seguirá creciendo..." pero a la final decidió que era mejor no decir nada. 
Así pasó el resto del viaje, pensando en cómo hacerlo, en cómo sería el momento final de su vida. Tenía que ser de una forma que dejara intacto su cuerpo y órganos, por lo que varias opciones fueron descartadas de inmediato. No duraron muchos los pensamientos sobre cómo lo haría, puesto que tras estacionar en su casa y apagar el auto, los pensamientos del hombre fueron otros.

El hombre dejó de pensar en muerte, dejó de pensar en todo aquello, y se dio cuenta del porqué: su esposa.
Ella le amaba, y siempre le hacía sentir bien. El solo hecho de recordar que al cruzar la puerta estaría ella sentada, esperándole para comer algún platillo preparado por ella, le hizo esbozar una sonrisa, la primera en muchas horas.
El hombre apresuró el paso. ¡Que le den al suicidio, a la gente que casi atropella, a la montaña de papeles que mañana le estará esperando más grande que esa noche!. Se dio cuenta que había pasado por eso varias veces, y siempre era como la primera vez. Llegar a casa y recordar a su esposa esperándole, por eso vivía aquél hombre, allí era feliz.

Tras cruzar la puerta, el hombre quedó petrificado. Como siempre, su esposa estaba allí junto a la mesa, pero esta vez no estaba sentada, sino derrumbada en el piso, en un charco de un líquido espeso que el hombre tardó un rato en entender; era sangre. Su esposa estuvo allí, esperándole.


El hombre espabiló, y se dio cuenta de que se había quedado dormido en medio del trabajo. Tomó un sorbo de su taza de café, y notó el portaretratos que estaba en el centro del escritorio. Éste mostraba una fotografía de su esposa, mirándole con una sonrisa. El hombre devolvió la sonrisa, terminó la taza, y continuó trabajando.
Para suerte de él, nunca recordaba sus sueños.



@fusamuke.