viernes, 6 de diciembre de 2013

\pócima/

Demasiado cansado para la poca edad que tenía, decidió desempolvar su viejo pero fiel caldero. Le parecía una eternidad desde la última vez que lo usó, y sabía que, a pesar de tener los conocimientos necesarios para elaborar un sinfín de pócimas, esta sería la última.
La poción de amor.
Cansado ya de su soledad y su incapacidad en todas las formas de comunicación, preparó todos los ingredientes, revisando dos, y hasta tres o cuatro veces. Retiró todo lo que había en su mesa de trabajo, y dispuso los ingredientes, herramientas y libros de manera cuidadosa, fijándose de tener todo a la mano. Antes de empezar, se dio cuenta de que, por primera vez en su vida, estaba nervioso antes de la elaboración. Sin embargo, con mano temblorosa, logró encender el fuego y colocar el caldero en posición, y empezó a preparar la última poción de su vida.
Uno tras otro, los ingredientes iban entrando al caldero, se mezclaba, se dejaba reposar, y se añadía el siguiente. Determinación, sufrimiento, dolor y llanto iban siendo vertidos en el caldero, cuidadoso de no añadir más de la cuenta.
Ingrediente tras ingrediente, él se iba añadiendo poco a poco a la poción. Su cuerpo y su alma, cada vez más fundidos en la bebida.
Luego de los varios días sin descanso que le tomó preparar la pócima, estaba lista ya.
En extremo cansado, pero a la vez, en extremo feliz, se sirvió una copa de la poción, y la colocó sobre la mesa, y se sentó.
Aún feliz, pero inconscientemente, el hombre se recostó sobre su brazo apoyado en la mesa, y cayó dormido.

Para lástima de él, nunca despertó.


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