jueves, 24 de abril de 2014

Compañera

He logrado darme cuenta de muchos cambios en mi vida a lo largo de ella, cosa obvia al ser protagonista de ésta. Hay cosas de mi pasado que en comparación a mi presente han cambiado de una manera increíble, pero también hay otras que no han cambiado siquiera un poco. De pequeño no me gustó nunca la soledad, y mientras crecí fui disfrutando de mi espacio, pero nunca soportaba sentirme solo, y a día de hoy sigue siendo así. Y de adolescente conseguí buena compañía, amigos con los que disfrutaba simplemente con estar. Con el tiempo conseguí otro tipo de compañía; en contra de todas las probabilidades de este universo y de todos aquellos en los que exista alguna versión de mí, conseguí pareja. Pero no cualquier pareja, no una chica cualquiera: fue aquella chica que había idealizado en términos simples como la cima y máxima expresión de todas aquellas cosas que me gustaban y que pudiera aspirar. Era para mí aquella clase de chica que ves en series y de las que el protagonista se enamora y pasan muchas cosas juntos. Era, entre muchas otras cosas, inalcanzable. Había pasado a convertirse en una fantasía. Inalcanzable y fantasía ahora, sólo quedaba soñar y dejar volar aquella imaginación que tuve siempre muy activa para ciertas cosas. Pasaron así años, y aquella fantasía seguía.
Años más tarde en que aquella fantasía empezó a formarse, de a poco se transformó en real. Si tuviera que juzgar mi vida en términos del pasado, todavía me costaría creerme que he podido llegar a donde estoy. No había pensado nunca una ruta (real) en la que pudiera ser feliz, y sin darme cuenta llegué a esa ruta que pensaba que no existía, pero no solo; acompañado de ella. Pero aún así no podía evitar sentir lo mismo de años atrás: era inalcanzable. Tantas cosas que merecía que iba a ser imposible dar de mi parte. Aquella perfección que quizá yo mismo creé de ella, con el tiempo no hizo sino hacerse más real y hacerme dar cuenta de que no la inventé: ella era así. Crecí entonces gracias a ella; por primera vez me enfocaba verdaderamente en algo, y tras tener la oportunidad de conseguirlo no renuncié, y tampoco lo iba a hacer. Sin embargo seguía cometiendo mis errores: era muy torpe, y a pesar de que se había convertido en aquello en torno a lo cual giraba mi vida, mis fallos aparecían, pero de manera tonta me alegraba darme cuenta que, tras ellos, no venía la renuncia que en ocasiones atrás aparecía; terminaba más motivado tras tropezarme, y si algo quería tras levantarme, era demostrar aquél afecto e importancia que tiene de mí.
Y pude encontrar en ella una felicidad totalmente diferente a la que alguna vez imaginé posible, y a la que alguna vez podría creerme merecedor, aunque quizá todavía no le merezco, pero si algo iba a ser era mejorar, por primera vez en mi vida me importaba algo real, y si llegaba a ser siquiera la mitad de persona que ella merece, habré cumplido mucho más de lo que nunca en mi vida creí posible.
Me había enamorado entonces de aquella fantasía que era ahora lo más real que tenía. Me enamoré de quien era ahora mi realidad.