viernes, 27 de diciembre de 2013

片思い

Felicidad era su cabello. Eran sus inalcanzables manos.
Tenerle hubiera sido inimaginable, porque no podía si quiera pensar que fuera posible algo más que verle.
Él sólo podía verle, y era muy feliz con ello.
Le veía, como si se tratase de un cuadro tras un vidrio.
A veces, se veía a sí mismo rompiendo el vidrio, llegando a ella.
Otras veces, se conformaba imaginando que, de cuando en cuando, ella le devolvía la mirada.
Siguió observando.

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