jueves, 30 de octubre de 2014

desplome

Siendo el príncipe del Reino, era bastante difícil tener una vida más o menos buena. Estaba en contra de las guerras que iniciaban mayormente por mi padre, y rechazaba todos sus intentos de emparejamiento con señoritas de la realeza que él encontraba aceptables. La actividad que hacía que era aprobada por mi padre era practicar el arte de la espada. Mi maestro parecía una buena persona, e increíblemente también estaba en contra de las guerras, que justo en estos momentos estábamos en medio de una. Además de practicar con la espada no había mucho que pudiera hacer que realmente pareciera valer la pena; nada excepto una cosa. A las afueras del castillo, pero aún así en los terrenos imperiales, pasaba un río que dividía nuestro Reino del Reino vecino, pero por ser vecino no quería decir que mi padre no tuviera cosas contra ellos. Por alguna razón era una zona segura, a pesar que ambos Reinos contaban con fuerza de asedio, nunca se habían recibido ataques por parte de alguno. Un día a las orillas del río del lado del Reino vecino, apareció una joven mujer; hermosa incluso desde la distancia, y a partir de ese día, todos los días íbamos a las orillas del río para vernos desde lejos. Descubrimos incluso una parte del río en que la corriente era más suave, y si teníamos suerte, lográbamos pasar una pequeña cesta al otro lado, con alguna carta con un mensaje para el otro. Pasamos así mucho tiempo, y cerca de un año después, manteníamos una relación a través de la separación del río; todos los días íbamos a vernos, pasábamos incluso horas sentados, viendo al otro, intentando pasar mensajes, o haciendo alguna seña al otro.
Tiempo después nuestros Reinos se hicieron oficialmente enemigos, pero a pesar de eso seguíamos viéndonos, ignorando el desastre que estaba pasando. Un día, de camino a la salida del castillo oía a mi padre reír a carcajadas, oyéndole decir a sus comandantes que todo estaba yendo bien, lo que no podía significar otra cosa sino que todo iba mal. Salí del castillo y llegando al río, pude ver que los guardias del otro Reino la estaban escoltando dentro del castillo, y aún en la distancia, cuando volteó pude ver su rostro entristecido. Mi padre me hizo llamar, dándome un mensaje de que tenía muy buenas noticias para mí, y mi mal presentimiento era casi tangible. Una vez dentro del castillo me hicieron pasar a la sala del trono, donde estaba mi padre con una gran y detestable sonrisa. Al verme entrar dio una señal a los guardias, y salieron de la habitación de prisa. Mi padre sólo me miró, aún con su sonrisa en su rostro, y luego de un momento, sólo extendió su mano hacia un lado de mí y dijo"Para ti". A mi lado estaba de rodillas un guardia tendiéndome una gran espada, la mejor que había visto nunca, e inconscientemente tendí mi mano hacia ella. Pero sabía que eso no era todo.
En cuanto toqué el mango de la espada los guardias que habían salido entraron a la habitación, trayendo a rastras una mujer con la cara tapada por un paño negro, y por los sonidos que hacía, también su boca estaba tapada. Se retiró quien tendía mi espada, y pusieron a la chica de rodillas frente a mí. Mi padre me miró mientras que sujetaba la punta del paño para levantar la cabeza de la mujer, y una sonrisa fría me dijo "Hazlo".
Mi mente y mi cuerpo quedaron privados de conexión alguna, y como si mi cuerpo simplemente actuara por su cuenta, empezaron a moverse mis brazos en dirección al cuello de aquella mujer, con la espada sujeta entre mis manos. El sonido del metal al salir de la piel indicó a mi mente que podía volver, y contemplar la atrocidad que había hecho.
El paño seguía en la mano de mi padre, pero la cabeza no.
"Felicidades", me dijo, "ganaste una guerra."

Nunca más volví a ir al río.

martes, 28 de octubre de 2014

(siempre) Buenas noches

Qué vacía es la ciudad,
cuando lo único que tiene de ti:
soy yo.
Y qué vacío yo,
cuando entre frío y murmullos
olvido cómo tenerte,
sin saber:
que ya te tengo.

Se llenan mis noches
pensando en las tuyas,
que por ahora,
no son las mismas noches.
Se entretiene en el día la distancia,
y con un vaivén,
llora en las noches por sí misma:
estática.

Muere entonces una parte de mí,
pero revive al instante,
pues la luna es la misma para ambos;
somos los mismos.

jueves, 2 de octubre de 2014

Angustia

Por razones que no logro comprender, he vuelto a soñar.
Despierto, ya no le tenía, y sólo en sueños podía verle,
pero, ¿por qué volvió a ser así?
Ya no flotaba en mis sueños,
¿era eso raro?
Ya no podía verme en mis sueños,
únicamente estaba sentado frente a una ventana,
y del otro lado estaba ella viéndome.
Parecíamos tristes, aunque sólo nos veíamos.
Muchas veces intenté preguntar por qué estábamos separados,
parecía entenderme y señalaba la ventana.
Despierto, sólo escribía;
sabía que antes le tenía, ¿por qué ya no?
anotaba los recuerdos de esos sueños en que no podía alcanzarle,
le escribía muchas preguntas,
pero me entristecía saber que no me leería,
¿por qué vuelvo a tenerle en sueños?
¿por qué ya no flotamos juntos?
Dormía con papeles en mi cama,
para recordar las preguntas que hacerle al verle en mis sueños.
Nunca le pude preguntar nada;
en los sueños, la distancia entre nosotros y la ventana cambiaba:
estábamos un poco más cerca, pero,
a veces no le veía sola,
habían desconocidos sentados junto a ella,
¿por qué estaba soñando con ellos?
A veces, parecía feliz donde estaba.
¿No hacía falta juntarnos?
A veces, al dormir, su silla estaba vacía.
A veces no dormía, sólo por si le apetecía volver.
Nuestras sillas estaban un poco más cerca, pero aún así lejos.
¿Por qué nos separa una ventana?

Duermo ahora con una piedra, por si al soñarle, pudiera romper ese cristal.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Contención

De a poco, el hombre empezaba a tener miedo de su propio tiempo. Perdía sus días; despertaba temprano para quedarse sin hacer nada a una buena hora, y luego pasar el día en el vacío de todas las cosas que no podía hacer, y también, de las que no quería hacer. Con tristeza observaba los cristales rotos que con tanto orgullo rompió tiempo atrás; barreras y obstáculos que superó consecuencia de ello. Ahora sus días eran recuerdos: cada trozo de cristal tenía guardado un momento; inconscientemente se había convertido en un diario de memorias, y verlos era revivirlos uno a uno. El cristal se había construido muchos años atrás; se recuerda viéndolo aparecer, inmóvil y desconcertado ante la sorpresa de lo que pasaba frente a él.
Silenciosamente se levantó de su silla, y lentamente se dirigió hacia los trozos de cristal que mantuvo guardados. Mientras más se acercaba veía con más claridad las memorias; tenía años de su vida inmortalizados frente a él, y el peso de los recuerdos le inundaba, pero para bien. Aún así, de a poco fue juntando todas sus piezas, buscando los otros que conectaban, por pequeños que fueran. Mientras conectaba sus memorias, otras iban surgiendo, y el cristal tomaba un color más fuerte a medida que se iba completando. Las piezas iban formando al tan antiguo cristal, pero que ahora se estaba transparentando, y a pesar de ello, las memorias eran perfectamente visibles.
Al terminar de armarlo, se dio cuenta que ya no era una barrera: era una ventana. Mostraba ahora no sólo las memorias ya vividas, sino también las que estaban por venir.

Volviendo a mi silla, espero alegremente el momento de volver a romper el cristal.