sábado, 24 de junio de 2017

싸우다, luchar

Se encontraba nuevamente luchando contra una figura desconocida. No sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez, o desde la primera. Duda siquiera de que alguna vez se hubiera detenido, y la lucha hubiera sido constante desde un tiempo que hace mucho olvidó. No sabía quién o qué era: estaba todo siempre oscuro, apenas pudiendo ver algunas luces a los lejos, apenas pudiendo oír algo más que los golpes que la figura lograba acertarle. A veces sentía que no estaba solo, que no era el único luchando; algunas luces pasaban cerca de él, y escuchaba los ruidos de los golpes. Demasiado cansado para luchar, intentaba pedir ayuda a aquellas luces, pero era muy tarde ya para cuando lograba alzar la voz: ya se habían alejado demasiado. 
Lograba a veces resistir los golpes y avanzar un poco, pero solo antes de recibir más golpes que lo harían retroceder en un instante todo lo (poco) que había logrado avanzar. Intentaba aprovechar la luz de las demás figuras que se acercaban para intentar ver contra qué ha estado luchando todo este tiempo, pero nunca lograba ver más que una silueta oscura frente a él, siempre lista para responder.  
Tras recibir un golpe, el más fuerte que recuerda, cayó en el suelo, incapaz de levantarse. Agotado, permaneció allí por tanto tiempo que a veces olvidaba cómo había llegado al suelo. A veces estaba determinado a levantase, creyendo tener energía para encarar a la criatura y lograr avanzar, pero tenía miedo de volver a ser derribado, y de esta vez no poder levantarse.  
Había casi descartado por completo la posibilidad de levantarse y seguir luchando contra la criatura, con demasiado miedo de levantarse, pero con igual miedo a quedarse allí, hasta que una de las luces le alcanzó y se detuvo a su lado. Nunca había visto a una de las luces tan de cerca y tan bien: tenía su propia gracia y brillaba diferente a las demás. Era pura, era magia. Antes de lograr llamarle, la luz le señaló a la criatura contra la que había luchado todo ese tiempo: él mismo. Aterrorizado, se dio cuenta que todo ese tiempo había estado lucha contra él mismo, pero nunca había logrado vencer. La luz a su lado dejó de luchar, y miró a la figura aterrorizada en el suelo, esbozando una pequeña sonrisa de entendimiento, a la vez que le tendía la mano. Sabía que ella no podía ayudarle a luchar contra sí mismo, pero sí podía ayudarle al estar ahí, alumbrando el camino que por primera vez había logrado vislumbrar. Tomando su mano, empezó a caminar junto a la luz, esquivando los golpes que su reflejo lanzaba, avanzando un paso tras cada uno de ellos. 
A veces perdía de vista a su luz, y se permitía retroceder hasta encontrarla, y en esta ocasión tenderle él la mano a quien le había salvado.
A veces, se sentía feliz avanzando. 
A veces, avanzaba junto a ella.
A veces, a punto de caer, recibía una mirada, una sonrisa, recordándole por qué debería avanzar.