viernes, 27 de diciembre de 2013

片思い

Felicidad era su cabello. Eran sus inalcanzables manos.
Tenerle hubiera sido inimaginable, porque no podía si quiera pensar que fuera posible algo más que verle.
Él sólo podía verle, y era muy feliz con ello.
Le veía, como si se tratase de un cuadro tras un vidrio.
A veces, se veía a sí mismo rompiendo el vidrio, llegando a ella.
Otras veces, se conformaba imaginando que, de cuando en cuando, ella le devolvía la mirada.
Siguió observando.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

bi

Cada vez que buscaba belleza, la encontraba a ella.
A él, le encantaba buscar.
A ella, su mejor descubrimiento, le encantaba ser buscada.
Vez tras vez la buscaba, y cada vez la encontraba con aún más belleza.
Ambos eran felices, jugando a encontrarse.
Noche tras noche, ambos se encontraban.

lunes, 23 de diciembre de 2013

quizás

Cuando por fin se había encontrado a sí mismo, no tenía ya con quien compartirse.
Se sentía feliz, pero todavía estaba vacío.
Curiosamente, cuando encontraba a alguien, él mismo empezaba a perderse, y volvía a lo mismo.
Cuando se perdía, tenía a alguien; cuando se encontraba, no tenía a nadie.
Al parecer no había punto intermedio.
¿O no lo había buscado bien?
Quizá nadie necesitaba ser encontrado, pero siempre estaba empeñado en buscar.
Quizás ese alguien aparece solo.
Quizá no hay que buscar.
Quizás ya está ahí.
Y así, sin querer, se encontró con alguien que le encontró a él.
Sin querer, encontró a ambos.
Sin querer, se completó.

sábado, 7 de diciembre de 2013

luz

Con los primeros rayos de luz que entraron por la ventana, el hombre salió de su sueño, y despertó sin pereza alguna. En cosa de segundos recordó toda la noche anterior, e inevitablemente esbozó una sonrisa de inmensa felicidad. Su pareja estaba allí, a su lado, todavía con su mente en un lugar lejano al que él estaba. Quizá soñando con él, con el espacio, con el mar o con cualquier cosa, pero se le veía dormir profundamente. Su figura durmiente no hacía más que enamorarle, y lo menos que pudo hacer fue posar sus labios sobre los de su acompañante, y aunque no se despertara, una sonrisa apareció en su rostro. El hombre, sin hacer mucho ruido, se levantó de la cama y se dispuso a vestirse.
Abrió la puerta y antes de salir de la habitación, murmuró algunas palabras y sonrió. Fue hasta el jardín, decidido a inundarse de vida. Llegaron los dos cachorros, mascotas de su pareja, a los que tanto cariño les había tomado, y antes de que se diera cuenta, estaba jugando con ellos.
Volvió a la casa, y decidió preparar el desayuno para su pareja, que debía estar por despertar. Mientras todo se cocinaba, subió para ordenar el cuarto. Todavía estaba, sobre la mesa de noche, la flor que le había regalado la noche anterior. Con una sonrisa, la agarró y la colocó en el florero.
Antes de salir, se volvió, y dio otro beso a su pareja, quien todavía dormía.
Una vez abajo, colocó el desayuno en un plato, sirvió un vaso de jugo, y marchó hacía la puerta.
Sabía que era el final, y estaba feliz con ello pues, noche tras noche, cada final le iba enamorando más.

viernes, 6 de diciembre de 2013

\pócima/

Demasiado cansado para la poca edad que tenía, decidió desempolvar su viejo pero fiel caldero. Le parecía una eternidad desde la última vez que lo usó, y sabía que, a pesar de tener los conocimientos necesarios para elaborar un sinfín de pócimas, esta sería la última.
La poción de amor.
Cansado ya de su soledad y su incapacidad en todas las formas de comunicación, preparó todos los ingredientes, revisando dos, y hasta tres o cuatro veces. Retiró todo lo que había en su mesa de trabajo, y dispuso los ingredientes, herramientas y libros de manera cuidadosa, fijándose de tener todo a la mano. Antes de empezar, se dio cuenta de que, por primera vez en su vida, estaba nervioso antes de la elaboración. Sin embargo, con mano temblorosa, logró encender el fuego y colocar el caldero en posición, y empezó a preparar la última poción de su vida.
Uno tras otro, los ingredientes iban entrando al caldero, se mezclaba, se dejaba reposar, y se añadía el siguiente. Determinación, sufrimiento, dolor y llanto iban siendo vertidos en el caldero, cuidadoso de no añadir más de la cuenta.
Ingrediente tras ingrediente, él se iba añadiendo poco a poco a la poción. Su cuerpo y su alma, cada vez más fundidos en la bebida.
Luego de los varios días sin descanso que le tomó preparar la pócima, estaba lista ya.
En extremo cansado, pero a la vez, en extremo feliz, se sirvió una copa de la poción, y la colocó sobre la mesa, y se sentó.
Aún feliz, pero inconscientemente, el hombre se recostó sobre su brazo apoyado en la mesa, y cayó dormido.

Para lástima de él, nunca despertó.