jueves, 26 de enero de 2017

Apagar -¿se?-

El pequeño ser de oscuridad quedaba cegado ante la luz que le rodeaba. Su pequeño corazón había hecho una barrera con el mundo exterior, pero de vez en cuando algunos rayos de luz lograban colarse entre sus capas, haciéndolo sentir un calor extraño, un apego a esa luz extraña que lo dejaba ciego...
El pequeño ser, incómodo día tras día ante su labor de armar su rompecabezas entre tanta luz, pasaba períodos muy largos sin lograr avanzar nada, muchas veces retrocedía, y terminaba en el mismo punto, sin embargo ese era su camino; no era un rompecabezas fácil, estaba compuesto de piezas extrañas: se movían, cambiaban, sentían, lo miraban. Ante esto, el pequeño ser había aprendido a no frustarse por ir armando el camino a ciegas, sin saber bien si las piezas encajaban, o si solo parecían estar bien. A veces las piezas le hablaban, algunas eran oscuras, como él, y otras eran más claras, casi tanto como la luz que lo rodeaba.
Había pasado mucho tiempo centrado en su rompecabezas, a veces incluso se divertía en compañía de las piezas; algunas eran graciosas y sabían cómo hacerlo sentir bien a pesar de ser tan distinto a su entorno. Otras veces, algunas piezas malas solo querían molestarlo, pero aprendió a ignorarlas: no todas las piezas encajaban en su rompecabezas.
Súbitamente, la pequeña criatura notó que algo en su ambiente había cambiado; notaba que había algo más que él y sus infinitas piezas cambiantes: había otro ser cerca de él. No lograba distinguir la naturaleza de este, si era un ser oscuro, como él, si era un ser de luz, o si era uno de esos seres mixtos que él mismo se había inventado, queriendo creer en un balance entre tanta ceguera y piezas parlantes. Estaba un poco emocionado ante la presencia de otro ser, aunque no pudiera identificar de dónde venía, qué quería o qué hacía allí con él, solo notaba que estaba cerca, y con el paso del tiempo podía notar que tanto él como ese ser estaban a una distancia mínima. Él seguía en su rompecabezas, fingiendo escuchar a las piezas que le gritaban todo tipo de cosas, desde acercarse al ser, alejarse, u otras a las que no les importaba que hubiera otra presencia.
Sin embargo, el pequeño ser de oscuridad quedó paralizado al notar que su rompecabezas estaba siendo movido, y esta vez no eran las piezas jugándole una broma: era el otro ser. Estaba muy cerca de él, ayudándole con su rompecabezas, y aún así no podía identificar sus colores. Decidió quedar en calma ante la presencia invasora, parecía un ser tranquilo, igual que él, y no parecía estar haciendo mal. Se dio cuenta que su ceguera era cada vez peor, y la luz a su alrededor le impedía ver bien su rompecabezas, y mucho menos a la otra presencia. Tampoco oía a sus piezas, parecían haberse quedado en calma todas juntas, y eso le inquietaba; no tenían su ruido habitual, no jugaban entre ellas, no se desordenaban solas.
Pasado mucho tiempo, el pequeño ser logró oír un grito proveniente de su rompecabezas: una pequeña pieza de luz estaba fuera de su sitio, y él sabía bien que ella estaba en su sitio. Tomó la pieza, y por fin pudo ver a su rompecabezas, y también pudo identificar la presencia. Aterrorizado, vio como sus piezas estaban tristes, muchas estaban mal puestas, en posiciones extrañas sobre el tablero, y habían muchas piezas que él nunca había visto. Ahogando un grito, y con todas sus fuerzas de pequeño ser oscuro, alejó a la presencia que le había acompañado este tiempo, sabiendo por fin su forma y su color.

Eventualmente, el pequeño ser logra poner en orden su rompecabezas con la ayuda de sus piezas, y con lo que ellas le han enseñado. La pequeña pieza de luz que había recogido, era una pieza muy importante.
Se dio cuenta que ahora era un ser de luz, y si bien a su rompecabezas le faltaban aún muchas piezas, se dio cuenta que también habían muchas que sobraban.
Ahora estaba rodeado de oscuridad, pero el pequeño ser de luz podía alumbrar su propio rompecabezas.

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