Qué vacía es la ciudad,
cuando lo único que tiene de ti:
soy yo.
Y qué vacío yo,
cuando entre frío y murmullos
olvido cómo tenerte,
sin saber:
que ya te tengo.
Se llenan mis noches
pensando en las tuyas,
que por ahora,
no son las mismas noches.
Se entretiene en el día la distancia,
y con un vaivén,
llora en las noches por sí misma:
estática.
Muere entonces una parte de mí,
pero revive al instante,
pues la luna es la misma para ambos;
somos los mismos.
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