miércoles, 1 de octubre de 2014

Contención

De a poco, el hombre empezaba a tener miedo de su propio tiempo. Perdía sus días; despertaba temprano para quedarse sin hacer nada a una buena hora, y luego pasar el día en el vacío de todas las cosas que no podía hacer, y también, de las que no quería hacer. Con tristeza observaba los cristales rotos que con tanto orgullo rompió tiempo atrás; barreras y obstáculos que superó consecuencia de ello. Ahora sus días eran recuerdos: cada trozo de cristal tenía guardado un momento; inconscientemente se había convertido en un diario de memorias, y verlos era revivirlos uno a uno. El cristal se había construido muchos años atrás; se recuerda viéndolo aparecer, inmóvil y desconcertado ante la sorpresa de lo que pasaba frente a él.
Silenciosamente se levantó de su silla, y lentamente se dirigió hacia los trozos de cristal que mantuvo guardados. Mientras más se acercaba veía con más claridad las memorias; tenía años de su vida inmortalizados frente a él, y el peso de los recuerdos le inundaba, pero para bien. Aún así, de a poco fue juntando todas sus piezas, buscando los otros que conectaban, por pequeños que fueran. Mientras conectaba sus memorias, otras iban surgiendo, y el cristal tomaba un color más fuerte a medida que se iba completando. Las piezas iban formando al tan antiguo cristal, pero que ahora se estaba transparentando, y a pesar de ello, las memorias eran perfectamente visibles.
Al terminar de armarlo, se dio cuenta que ya no era una barrera: era una ventana. Mostraba ahora no sólo las memorias ya vividas, sino también las que estaban por venir.

Volviendo a mi silla, espero alegremente el momento de volver a romper el cristal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario