sábado, 8 de febrero de 2014

ventana

Como inspeccionando cada elemento de su acompañante, los amantes se veían en silencio, sin juzgar, sólo observando. Cada uno se veía reflejado en el otro, más allá de lo que la imagen en sus pupilas les permitía ver. Inmerso uno en el mar del otro, los amantes eran felices. Sin planes ni asuntos pendientes, ocupaban sus tardes con simplemente darse compañía. Una tarde, fresca y con aires de amor, abrieron sus ventanas el uno al otro, y la naturaleza de uno fue la naturaleza del otro. En silencio, permitían el paso del otro. En silencio, la mente de uno la ocupaba el otro.
Loa ruidos de afuera dejaron de ser ruido. Dejó de haber afuera. La habitación era todo cuanto hacía falta existir. La habitación era todo cuanto existía.
Mientras estuviera uno, sabía que el otro existiría.
Uno al otro se acompañaban a estar.
Ambos, eran.
Ambos, son.

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