domingo, 27 de enero de 2013

Tragedia alimenticia.

Era una plaza. Una plaza con poca iluminación.

Había un hombre sentado en un banco, cerca de una fuente que mostraba a algún personaje histórico del país. Era un hombre mayor, de unos 70 años, y siempre se sentaba en ese banco, frente a esa fuente, a la misma hora. 6:30pm era la hora de llegada, y se marchaba siempre a las 10:45pm.
A simple vista se pensaría que el hombre estaba solo, pero no era así; había un gato, un gato de color negro, que no se dejaba acariciar por nadie, solo por ese hombre. El hombre disfrutaba enormemente esa compañía, y poco después del primer encuentro con aquél gato, él le traía algo de comida. Le gustaba el pescado, le gustaba mucho el pescado.
El hombre no sentía miedo estando allí, solo con el gato. No habría por qué tener miedo: la única causa de muerte en ese pueblo era la vejez, y las fallas en el organismo que esto ocasionaba. Tampoco habían asaltos, secuestros, o demás crímenes.
Un día, en una fría noche, a eso de las 9:15pm, el hombre se dio cuenta de algo, algo que hizo que sus ojos se llenarán de una luz. Luz que no habían tenido en varios años.
Observó, que en la casa que se veía desde donde él estaba, una familia se acaba de mudar. Tenían dos habitaciones con las luces encendidas.

Ese noche el hombre se fue temprano a casa. Se despidió del gato, y se marchó.

El hombre sabía lo que significaba eso, ya había pasado antes, hace mucho tiempo ya, pero aún recordaba cómo había sido. Durante las próximas noches, el hombre se quedaba mirando fijamente a esa casa, hasta que una de ellas, alguien se asomó por una de las habitaciones iluminadas por la luz, y logró verlo. Un niño le veía desde la ventana de su cuarto. El hombre saludó, y luego de un rato, el niño hizo lo mismo. El hombre sonrío, y se fue. Se volvió a ir temprano, y esa noche, el gato no comió.

Unas noches después, hubo un revuelo frente a la casa, y el hombre no apareció a sentarse en el banco en que habitualmente lo hacía.
Tiempo después, todo volvía a su tranquilidad habitual. Ya la gente no se reunía frente a la casa, y todo volvió a ser como antes. El hombre se sentó en el banco, y volvió su mirada hacia la casa, y ya sus habitaciones no se encontraban iluminadas. 
Esa noche, el gato comió, pero no era pescado.
El hombre no volvió a presentarse en aquella plaza, y unos años después, murió. El gato seguía paciente en aquella plaza, esperando que apareciera alguien que le diera de comer. Se echó al suelo, y empezó a dormir.

@fusamuke.

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