viernes, 1 de febrero de 2013

Estar.

El chico se sentó, como siempre, esperando a que algo pasara, a que algo se presentara. Él sabía que nada pasaría, nada le interrumpiría esa noche, muy a su pesar, puesto que quería eso, quería que alguien le interrumpiera sus pensamientos, quería que alguien le dijera algo. Quería a alguien.
Sabía como sería su noche, estaba ya acostumbrado a eso. Se acostumbró a no hacer nada, se acostumbró a sentarse a esperar, a pesar que ya sabía que nada pasaría, lo seguía haciendo. Seguía esperando.
Nunca actuaba, no sabía cómo hacerlo, no sabía cómo empezar algo, era inapropiado que él lo hiciera, se vería mal. Estaría mal.
Seguía pensando, mientras todavía esperaba. Empezó a pensar en lo solo que estaba, en lo extraño que se encontraba. Se puso a pensar cómo se sentía, pero no pudo hallar una respuesta, no supo cómo continuar su pensamiento sobre ello, y decidió pasar a otra cosa, a pesar que aún le rondaba el pensamiento de su estado anímico. Estaba solo, no porque no tuviera amigos, puesto que sí tenía, pero así se sentía, solo.
No encajaba, quizá era eso.
El chico volvió a su anterior pensamiento, ya que no le parecía aceptable no saber cómo se encontraba. Tras mucho pensar, tras ver los aspectos positivos y sus opuestos, el chico descubrió lo que sería quizá su respuesta, al menos por esa noche: él no estaba bien, eso era seguro, pero tampoco estaba mal. Él solo estaba. Estaba sin más.

Seguía esperando, pero ahora sus pensamientos cambiaron a otro tema. Ahora recordaba, recordaba lo había hecho en los días anteriores, y recordaba todo lo que había hecho mal. La lista era interminable. Buscando consuelo decidió buscar algo bueno que haya hecho, algo bueno que haya hecho en alguien, pero los resultados no fueron alentadores.
Empezó a arrepentirse de lo mal que hizo las cosas. Se arrepentía de haber hecho esto pudiendo hacer lo otro, de no hacer aquello pudiendo hacerlo, de no decir esto, de no haber reído por ello, de no haber sonreído. Se arrepentía de todo, y todo lo que hizo estaba mal. Así lo veía.

Había hecho mal, y actuaba como si así no fuera. Quizá sólo a él le parecía que había hecho mal, y eso lo ponía aún peor. Que nadie le dijera que lo que hace está mal, que actuaran como si no importara, lo hace estar peor, porque a él sí le importa. Todavía esperaba.
Se sentía estúpido, por preocuparse por las cosas que hacía, que a todos parecían no importarle, pero se dio cuenta que no era eso. No era que no les importara lo que hacía; él no importaba. Él no importaba, ni si quiera para él mismo era alguien importante.
El chico se sumió en tristeza. Seguía pensando, y seguía esperando.


No hay comentarios:

Publicar un comentario